martes, 24 de junio de 2008

Religiones y filosofías

Religiones y filosofías

El Filósofo aspirante, el buscador de Sabiduría, no ha de profesar determinada religión; aunque si tiene el deber de respetar toda fe y creencia para llegar a ser un autentico filósofo.

Muy viejo axioma es el que dice “el poder pertenece a quien sabe”, así el Conocimiento –cuyo primer paso hacia él es la facultad de comprender la verdad y discernir lo verdadero de lo falso- pertenece tan sólo a quienes, libres de prejuicios y vencedores de toda presunción y egoísmo, están dispuestos a buscar y reconocer la verdad en cuanto se les presente.


Empecemos pues haciendo memoria de algunos de los nombres más importantes de grandes Maestros y antiguos filósofos como Hermes Trismegisto, Orfeo, Krishna, Pitágoras, Moisés, Confucio, Buddha, Jesús, Apolonio de Tiana, Amonio Saccas, Erenio, Orígenes, Plotino, Amelio, Porfirio, Jámblico, Hipatia de Alejandría…

Estos nombres, tienen mucho en común, pero para poder comprender correctamente quienes fueron, que fueron o que enseñaban, debemos decir antes de nada, que sería muy injusto ver en estas páginas desdén o menosprecio respecto del Cristianismo y la religión cristiana, y mucho menos el propósito de herir ajenos sentimientos, si bien todos estamos obligados a respetar la particular opinión del prójimo, nadie viene forzado a compartirla.

Durante largos siglos comprobamos que la mayoría de estos nombres, claro está excepto el de Jesús debido al predominio de la religión cristiana, durante muchos siglos en Occidente nos los han querido hacer ver como demoníacos, malévolos, paganos y adoradores de animales o de "dioses paganos" o incluso peligrosos y con ideas extrañas… y o bien fueron perseguidos y torturados por sus contemporáneos (los cuales lo hacían por que no entendían sus enseñanzas) hasta llegar a matarlos o bien durante el correr del tiempo, durante estos 2000 últimos años, los Dogmas de la Iglesia Cristiana han tratado de demostrar que eran adoradores de Satán o simplemente han dedicado sus esfuerzos a tratar de demostrar que no existieron; hay que decir que los anatemas de la Iglesia Cristiana (no el cristianismo), se dirigieron únicamente contra quienes rechazaban sus ideas o se atribuían a sí mismos la operación del “milagro”, en vez de atribuir su realización a Dios, pero el filosofo Hermético sabe que aquello que llamamos "milagro", no es más que el dominio de causas naturales y que la gran mayoría de nosotros desconocemos o sólo llegamos a intuir…Así, pues, mientras la Iglesia canonizó a los Iniciados y magos "paganos" a ella sometidos, expulsó de su seno y maldijo para siempre a todos los demás.

El dogma y la autoridad fueron siempre azotes del género humano, y los más violentos enemigos de la luz y de la verdad, únicamente debemos hacernos eco de las vidas de todos ellos para comprobar hasta que punto fueron perseguidos, desacreditados y asesinados, esto sucede en todas las épocas, como sucedió incluso con el mismo Jesús, tan conocido por todos.

Pero el filósofo ve en la muerte de cada “Maestro” un símbolo henchido de significado. Hallamos en la historia que, cuando un “Mensajero” mayor o menor, iniciado o neófito, tomó a su cargo enseñar alguna verdad hasta entonces oculta, fue crucificado y puesto en la picota por los “sayones” de la envidia, la malicia y la ignorancia. Tal es la terrible ley oculta.

Así, pues, quien no se sienta con corazón de león para menospreciar los salvajes aullidos, y con alma de paloma para perdonar las locuras de los ignorantes, que no emprenda el estudio de la Sagrada Ciencia. Si se quiere lograr éxito, no ha de conocer el miedo; ha de vencer peligros, la infamia y la muerte; ha de ser fácil al perdón, y callar todo aquello que no pueda revelarse. Tanto la Biblia, los libros de Hermes, como los Vedas o la Kabalah hebrea… prescriben el mismo sigilo sobre ciertos misterios de la naturaleza simbolizados en su texto.

Según cuenta la tradición:

" Desde el mismo día en que el primer místico enseñado por el primer Maestro, perteneciente a las “divinas dinastías”, aprendió los medios de comunicación entre este mundo y los mundos invisibles; entre la esfera material y espiritual, pudo comprender que fuera desquiciar esta misteriosa ciencia el abandonarla a la profanación involuntaria del profano populacho. Su abuso y su mal empleo determinaría la rápida destrucción de la humanidad; parecidamente a si se pusieran substancias explosivas en manos de chiquillos, proporcionándoles además la lumbre con que encenderlas. El primer instructor divino inició tan sólo a unos cuantos discípulos, y estos guardaron silencio ante el vulgo. Reconocieron ellos a su “Dios”; y todo filosofo sintió al gran “Yo” dentro de sí.”

Debido a todo esto no es extraño que se interpreten erróneamente las enseñanzas de estos grandes Sabios. Desde Orfeo, el primero que la historia vislumbra tenuemente entre las nieblas de la era pre-cristiana, pasando por Pitágoras, Confucio, Buddha, Jesús, Apolonio de Tiana, Amonio Saccas… Todos y cada uno de ellos recomendaron silencio y sigilo sobre ciertos hechos y acontecimientos.

Todos ellos nos enseñan que existe una enseñanza idéntica en todos los libros místicos del mundo antiguo, en todo el conjunto de las religiones antiguas con sus literaturas místicas, Los Libros de Hermes, el Zohar, el Ya-Yakav, el Libro de los Muertos egipcio, el libro Tibetano de los muertos, los Vedas, los Upanishads, la Biblia… están llenos de un mismo lenguaje, de hermetismo y simbolismo para demostrar una esencia idéntica. Preguntar cuál de ellos tiene primacía, es perder el tiempo, todos ellos son versiones distintas de la misma revelación y Sabiduría, descubrimos las mismas ideas, espiritualmente esotéricas.

Porque no en los milagros, sino en la identidad de ideas y doctrinas, se halla la semejanza entre Buddha, Jesús y Apolonio. Si estudiamos desapasionadamente la cuestión echaremos de ver desde luego que la moral, filosofía y religión egipcia, las enseñanzas de Gautama "el Buda", Pitágoras, Platón, Apolonio, Jesús, Amonio Saccas y sus discípulos..., tienen por común fundamento la misma filosofía mística; que todos adoraron un Ideal divino, considerado ya como “Padre” de la humanidad, que vive en el hombre y el hombre en Él, ya como Incomprensible Principio Creador. Todos ellos vivieron santamente y con la misma pureza de vida.

No es, pues, extraño que Clemente de Alejandría dijese en el Stromateis :

"Los enigmas de los hebreos en relación con lo que encubren, son semejantes a los de los egipcios."

Citemos, por ejemplo, las legendarias vidas (porque exotéricamente todas son leyendas) de Krishna, Osiris, Horus, Hércules, Pitágoras, Buddha, Jesús, Apolonio y Chaitanya. En el aspecto profano, las biografías de estos personajes, escritas por autores extraños a su círculo de iniciados, diferirán notablemente de los ocultos relatos de sus místicas vidas. Sin embargo, por mucho que se hayan disfrazado y escondido de las miradas profanas, aparecen idénticas en esencias.

Cada uno de ellos es representado como un “Solter” o Salvador de origen divino, título que daban los antiguos a los dioses, héroes e insignes reyes. A todos ellos, bien al tiempo de su nacimiento o después, les persigue y amenaza de muerte (aunque nunca logra matarles), una potestad enemiga (el mundo de la materia y de la ilusión), ya sea el dios Seth egipcio, el rey Kânsa, Herodes o Mâra, representantes del poder del mal. Todos son tentados, perseguidos, y finalmente, se dice que, al término de los ritos de iniciación, han sido muertos simbólicamente en su personalidad física, de la que surgen y se libran para siempre después de su espiritual “resurrección” o “nacimiento”. Y acabada así su carrera por esta supuesta y violenta muerte, todos ellos descienden a los infiernos, al reino de la tentación, del deseo y de la materia, y por consiguiente de las tinieblas, del que vuelven glorificados como “dioses”, habiendo dominado la “condición de Hombres”.

CUANDO EL OÍDO ES CAPAZ DE OÍR, ENTONCES LLEGAN LOS LABIOS QUE HAN DE LLENARLOS DE SABIDURÍA

HERMES TRISMEGISTO


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